
IMPLICACIONES DE CONSTRUIR SOBRE TIERRAS ANCESTRALES!
Por: FERNANDO GIRALDO NARANJO (Marketer & Estratega Real Estate)
Apreciados lectores,
El desarrollo inmobiliario en Colombia y en buena parte de América Latina, enfrenta un dilema que trasciende lo técnico y lo financiero: construir sobre territorios que fueron resguardos indígenas o escenarios de despojo, violencia y masacres. Más allá de los aspectos legales, los constructores perciben un riesgo reputacional, social y hasta simbólico que suele traducirse en proyectos fallidos, pérdida de confianza y resistencia comunitaria. Este escepticismo no es simple superstición: tiene raíces en la antropología, la historia, el urbanismo y la normativa internacional sobre derechos humanos y territoriales.
Memoria y territorio: una herida abierta
El territorio indígena en Colombia no es solo un espacio físico; es un tejido simbólico, cultural y espiritual que define la identidad de las comunidades. La antropología urbana señala que el suelo cargado de memoria violenta —despojo, expropiación o cementerios indígenas— genera un imaginario de resistencia que pervive en la sociedad local.
La UNESCO, en su doctrina sobre paisajes culturales, advierte que todo territorio que conserva huellas de prácticas ancestrales y memorias colectivas debe ser tratado como patrimonio inmaterial, incluso si no está formalmente declarado. De este modo, levantar proyectos inmobiliarios sobre esos espacios sin reconocimiento ni consulta previa implica ignorar un principio básico de urbanismo con memoria.
Escepticismo constructor: más que superstición
El escepticismo de los constructores no se limita a un temor metafísico. En la práctica inmobiliaria se reconocen tres razones principales:
1. Riesgo legal y de restitución: el Convenio 169 de la OIT, ratificado por Colombia, establece la obligación de realizar consulta previa en proyectos que afecten territorios indígenas. La omisión de este procedimiento puede invalidar licencias urbanísticas y generar millonarias demandas.
2. Resistencia social y comunitaria: los movimientos indígenas y organizaciones de derechos humanos han adquirido un rol protagónico en la defensa del territorio. La jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana ha protegido repetidamente el derecho a la consulta y la restitución de tierras, lo que alimenta el temor empresarial.
3. Valor simbólico y reputacional: ONU-Hábitat plantea que el desarrollo urbano sostenible requiere legitimidad social. Un proyecto levantado sobre resguardos indígenas, cementerios o lugares de masacres corre el riesgo de convertirse en un “activo tóxico” que espante a compradores, inversionistas y fondos internacionales.
¿Qué hacer si existen indicios de ocupación indígena en la tierra?
Cuando surgen evidencias —documentales, arqueológicas o testimoniales— de que un terreno tuvo pasado indígena, el constructor debe activar protocolos de gestión preventiva que no solo eviten inconvenientes legales, sino que aporten legitimidad y sostenibilidad al proyecto.
1. Verificación documental y jurídica.
Revisar catastros, títulos coloniales, registros notariales y bases de datos de la Agencia Nacional de Tierras. Consultar si existen reclamaciones en curso dentro de procesos de restitución étnica.
2. Consulta previa.
Si la tierra está cerca o dentro de áreas de influencia de comunidades indígenas o afrodescendientes, es obligatorio realizar la consulta previa, amparada en el Convenio 169 de la OIT y en la jurisprudencia de la Corte Constitucional. Este proceso no debe entenderse como un trámite formal, sino como un mecanismo de diálogo que puede dar lugar a acuerdos de compensación, participación y respeto cultural.
3. Arqueología preventiva y estudios antropológicos.
Contratar investigaciones arqueológicas y antropológicas antes de la urbanización para identificar vestigios materiales o cementerios. El ICANH (Instituto Colombiano de Antropología e Historia) es la autoridad competente en este tipo de permisos y hallazgos.
4. Resignificación del suelo.
Si se identifican cementerios o sitios de memoria, se recomienda transformarlos en espacios públicos de reconciliación, parques culturales o memoriales, integrándolos al proyecto en lugar de ocultarlos.
5. Estrategia reputacional.
Comunicar de manera transparente las medidas adoptadas frente a la memoria territorial. Involucrar a la comunidad y a líderes sociales en el diseño del proyecto para fortalecer la legitimidad social y de mercado.
La clave está en anticipar y reconocer la condición histórica del suelo. La negación o el ocultamiento conducen casi siempre al fracaso, mientras que la gestión intercultural y transparente abre la puerta a un urbanismo con memoria y legitimidad.
Casos y evidencias en Colombia
En el Eje Cafetero (Pereira – Cerritos), el Norte del Valle del Cauca (Cartago), la Orinoquía, Amazonía y los Andes, existen relatos reiterados de proyectos detenidos por declaraciones y rumores de resguardos y cementerios indígenas. Esta situación ha derivado en la llamada “Maldición Inmobiliaria”: proyectos que, aunque técnicamente viables, terminan en fracaso por la presión social, el escrutinio mediático y la pérdida de confianza del mercado.
La experiencia internacional refuerza este patrón. En México y Perú, proyectos turísticos y urbanísticos levantados sobre sitios arqueológicos o sagrados han enfrentado cancelaciones, demandas millonarias y un deterioro reputacional irreversible.
Hacia un urbanismo con memoria
El fracaso de proyectos inmobiliarios sobre tierras indígenas no es un fenómeno casual ni supersticioso; es el resultado de una falta de lectura histórica, antropológica y normativa del territorio. El escepticismo de los constructores se alimenta de la certeza de que los suelos marcados por despojo y violencia difícilmente sostendrán proyectos legítimos y sostenibles.
El desafío consiste en reconocer que el urbanismo del siglo XXI no puede divorciarse de la memoria ni de los derechos colectivos. La aplicación rigurosa del Convenio 169 de la OIT, los principios de UNESCO sobre paisajes culturales y las directrices de ONU-Hábitat sobre ciudades inclusivas deben ser la brújula.
Solo un urbanismo con memoria y ética territorial permitirá transformar espacios de dolor en escenarios de reconciliación, evitando el fracaso inmobiliario y consolidando proyectos con legitimidad, rentabilidad y sentido histórico.
Lo digo yo!!!
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